domingo, 26 de febrero de 2012

¿Quién educa?

Pensar que la educación es responsabilidad exclusiva de los centros educativos es como creer que la salud lo es únicamente de los centros sanitarios: una grave y trascendente falacia. La salud, en principio, apenas necesita de atención médica si uno mantiene unos hábitos y unos estilos de vida saludables. La educación, por su parte, está mucho más influenciada por lo que uno aprende fuera de la escuela que dentro e, incluso ahí, se aprende más de lo que pasa fuera de los libros que en ellos.








               Estamos hablando de educación informal, que consiste, según Wikipedia, en un proceso de aprendizaje continuo y espontáneo que se realiza fuera del marco de la educación formal (escuela)  y de educación no formal (academias, cursos, etc), como hecho social no determinado, de manera intencional y que el sistema  reconoce y  utiliza como parte de sus aprendizajes.  Abarca, por tanto, todo aquello que las personas sabemos –conocimientos, hábitos, actitudes, respuestas, etc- sin haberlo aprendido en clase. No hace falta pensar mucho para admitir que esa formación ejerce de auténtica cultura en nuestra sociedad infinitamente más poderosa que todas las lecciones dadas en la escuela, aun aprobando con sobresaliente. Es una cultura con enorme poder socializante y normalizador. De hecho, es habitual que personas sin estudios se relacionen satisfactoriamente con otras con estudios. Además, si pudiésemos observar durante un día cualquiera a un adolescente fuera de la escuela podríamos comprobar cómo se desenvuelve en su vida perfectamente sin hacer apenas uso de lo aprendido en clase.


                      ¿Quiere eso decir que lo que se enseña en los centros educativos no es importante?
                Impensable admitirlo. Lo que se enseña en las clases son contenidos muy importantes pero no es lo único importante ni tampoco lo más importante para los alumnos, al menos. Lo de venir a la escuela a aprender queda para cuando les pregunta el abuelo antes de darles dinerillo: ahora, en el mejor de los casos, se viene a aprobar, cuando no a ser aprobados. Los adolescentes se han encontrado fuera de los libros una auténtica cultura -como dijimos- rica, estimulante y plena que les da sentido, les permite relacionarse, desarrollarse,  crecer y encontrarse satisfactoriamente con respecto a sus valores. Junto a los usos y costumbres transmitidos por la comunidad y la familia entre otras instituciones, moda, videojuegos, móviles, televisión, redes sociales por internet, botellonas, fiestas, bollería industrial, comida rápida, etcétera, ofrecen un variado, colorido y  apasionante mundo en permanente renovación que los arrastran siempre en paralelo a unos intereses comerciales – y, tras ellos, políticos-, que los adoctrinan para una dependencia consumista prácticamente garantizada de por vida.
A su vez, los adultos, lejos de hacer valer aquello que decimos importante  -ese currículo escolar que abarcarían las asignaturas-  ejercemos como referentes muy lejos de Matemáticas, Geografía, Física o  Historia, en las que muy probablemente casi todos obtendríamos muchos suspensos. Sin embargo, seguro que alcanzaríamos mejores resultados si nos preguntaran sobre famosillos, fútbol o marcas comerciales, por ejemplo. 
Estadísticamente, abusamos del televisor y no precisamente viendo documentales culturales, hacemos poco deporte, leemos muy poco, nos alimentamos inapropiadamente (somos el tercer país del mundo en tasa de personas con sobrepeso y el segundo de Europa en obesidad infantil) y eso por no entrar en otros hábitos más nocivos (más de 53.000 muertes al año por tabaquismo,  número uno mundial en  consumo de cocaína, suicidio como primera causa de muerte externa –no por enfermedad-, triplicando en ellos el número de hombres al de mujeres, por cierto…) Los programas de mayor audiencia no tienen mucho que ver con los contenidos de los libros de texto, el ocio y la ociosidad enaltecen hamburguesas, pizzas, excesos etílicos, trasnoche y maratones frente a la pantalla. Los valores vividos más valorados nada tienen que ver con los que se predican: comodidad, ambición, avaricia, suspicacia, engaño, gregarismo, oportunismo, individualismo, búsqueda de éxito -material y social, fundamentalmente- a costa del menosprecio al prójimo (soberbia), hostilidad justificada y difamación rigen los procederes de muchos ante la cobarde pasividad de demasiados.
Educar es una palabra que viene del latín y  significa guiar, conducir o llevar hacia algún lugar. 
 ¿Qué sentido tiene encomendar a la escuela guiar a nuestros jóvenes hacia el conocimiento de una cultura curricular y unos valores formales inoperantes mientras esa educación informal los arrastra en una dirección diametralmente opuesta?
¿Quiénes son los responsables de esa educación informal que maleduca a nuestros alumnos (y al resto de la sociedad, por supuesto) y qué cuentas se les piden por ello?
¿Son los mismos que dictan las leyes y los currículos escolares?
¿Por qué se le encarga a la escuela decir no a todo aquello que, siendo insaludable pero muy gratificante para niños y adolescentes, es promovido por otras instancias con la venia e incluso el beneplácito tácito de autoridades? Alcohol, tabaco, obesidad, anorexia, sedentarismo, consumismo, uso abusivo de móviles, videoconsolas, internet, etc, etc
¿Qué pasaría si los profesores consiguiéramos  estimular en el alumnado la capacidad crítica ante la realidad que le rodea” -como dictan los objetivos de la Ley de Educación de Andalucía- hasta el punto de que no fumaran, no tomaran ni bebidas alcohólicas, no consumieran otras drogas, pasaran frente al ordenador mucho menos tiempo, sólo tuvieran móviles quienes los necesitaran, no fueran consumistas, eligieran un ocio alternativo, no vieran telebasura, no comieran comida basura, fueran genuinamente impredecibles e insobornables y defendieran con valentía lo justo?...  (…¡¡Nos quemarían vivos!!)
Si la sociedad ya no garantiza una educación seria, cívica y madura y deja en manos de difusos intereses comerciales (y, tras ellos, políticos, obviamente) la formación de nuestra base demográfica, es la comunidad quien ha de tomar las riendas. Aquellos que asumimos el rol de adultos y, muy especialmente, familia y escuela, hemos de marcar una dirección común y mantenerla con buen criterio y firmeza. El papel de la familia se hace, ahora más que nunca, absolutamente indispensable y determinante para conducir a los adolescentes hacia una vida (y la vida dura muchos años) saludable y satisfactoria.  Y junto a ella, la escuela sí que podrá guiar a sus alumnos hacia objetivos verdaderamente educativos que hagan de ellos personas formadas, equilibradas, armónicamente socializadas y, en definitiva, ciudadanos competentes para asumir su desarrollo y participar activa y constructivamente en el de nuestra sociedad.


Carlos Vignote Alguacil, orientador

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PREGUNTA PARA INCITAR LA PARTICIPACIÓN:
¿QUÉ CREES QUE DEBERÍA CAMBIAR PARA QUE LOS ALUMNOS VINIERAN  A LA ESCUELA CON GANAS E INTERÉS POR APRENDER?

2 comentarios:

  1. En primer lugar, nos gustaría que el instituto estuviese totalmente organizado, por ejemplo, penalizar las faltas, amonestar a los alumnos que molestan en clase,... entre otras. Por lo tanto, en clase estarían prácticamente las personas que están interesados en estudiar, así el grupo funcionaría mejor, y los profesores estarían satisfechos con ellos, entonces contribuirían a la motivación de dichos alumnos.

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  2. Uff, estoy leyendo esto y me he puesto a pensar:"¿Qué puedo decir que no sea trivial? ¿Puedo aportar algo, o mi respuesta va a ser totalmente previsible y típica?"

    Y resulta que, si no me equivoco, 23 días después de publicarse, estoy siendo el segundo en participar en este llamamiento/consulta (Olé, Patri, que has sido tu quien ha roto el hielo). Todavía dudo si no me estaré equivocando y en realidad hay toda una ristra de respuestas que yo no he sido capaz de localizar.

    Pues me lo han puesto en bandeja. Ahora sí que tengo muy claro lo que quiero responder. Este silencio me está dictando.

    Deberían cambiar los alumnos. Y perdonadme, pero no es que quiera haceros los malos. Es al contrario, pero todavía no os habéis dado cuenta de ello. Sois los buenos, sois los protagonistas, sois aquéllos por quienes personas como Jose María, como Carlos, como Eulogia, como ... muchos, apuestan cada día, y por quienes se empeñan en inventar nuevos retos y oportunidades para que os lancéis hacia adelante. Hacia donde vosotros mismos decidís que queréis caminar, pero CAMINAR, avanzar paso a paso, a la medida de vuestras propias piernas, evitando el pararse o estancarse en tantas tonterías como Carlos explicó en su texto.

    Deberían cambiar los ALUMNOS, porque si en 23 días, en que se les ha dado la oportunidad de responder, de proponer, de criticar, de decir qué es lo que necesitan o echan en falta, si en esos cinco días sólo Patri ha contestado y ha aprovechado la oportunidad de que "le hayan pasado el micrófono", entonces significa que los alumnos no vienen al Instituto con la actitud de hacerse escuchar, ni de querer conseguir nada para ellos. Vienen convencidos de que no se les escucha, de que a nadie le importa su opinión ni sus necesidades, cuando ya he comentado que es casi al contrario.

    Si vienes al Instituto para conseguir aprender algo que te sea útil, ALGO, entonces en cuanto puedes le arrancas el micro al conferenciante, al presentador, al profesor, y le dices lo que quieres ("tus reivindicaciones"). Y en la medida en la que puedes, se las exiges. Pero no te quedas CALLADO cuando te ponen el micro en la mano y te
    preguntan. Cuando te dan este blog y te lanzan esta pregunta. Piensa que cuando salgas de este instituto, a la universidad, a trabajar, a lo que quieras ¿Vas a seguir sin querer reclamar por lo que quieres? ¿Vas a saber, a pararte a pensar siquiera, en QUÉ es lo que quieres? O te van a tener anestesiado, entre tele, Wii, fútbol, "pan y juegos de circo" de todos los estilos...

    Y también EL PROFESORADO, y LAS FAMILIAS deben cambiar, porque nunca os habrán insistido suficientemente en que debéis despertar y querer. Querer lo que sea, pero por vosotros mismos. Y deben (o debemos) daros la seguridad de que vuestra opinión nos importa, demostraros que lo que nos pidais o reclameis lo vamos a tener en cuenta (Sea para aceptarlo o no, que eso es otra cosa y otra historia).

    Y a lo mejor entonces sí os sentaréis (alumnos y no alumnos, la verdad) un minuto a escribir un comentario a este artículo. No algo bonito, extenso, ingenioso o simpático, sino sólo aquéllo que queréis decir y hasta ahora nadie os ha atendido.

    Y ya está. Buenas noches.

    Rodolfo.

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