domingo, 3 de febrero de 2013

La mala educación


Cuesta encontrar el principio de la debacle educativa en nuestro país. LGE, LOGSE, LODE, LOCE, LOE, LEA, pero nada de nada. Miles de millones en presupuestos, miles de millones en palabros grandilocuentes, en promesas de cambio, en ganancias de las editoriales pero vamos de mal en peor.

La tasa de abandono escolar en nuestro país es de un 31’2%, sin que haya sufrido muchos cambios
en la última década, y dobla a la de la media europea. Los autores del estudio realizado a mediados de 2010 por la fundación La Caixa Fracaso y abandono escolar en España caracterizan el abandono como resultado de un “proceso progresivo de desvinculación del sistema educativo” que se inicia en Educación Primaria con bajas calificaciones, suspensos que obligan a repetir curso, absentismo y problemas disciplinarios. El 88% de los repetidores terminan dejando la escuela.

Estadísticas del MEC, informe PISA, Encuesta de Transición Educativo Formativa e Inserción Laboral y expedientes académicos de alumnado que abandonó la escuela son las fuentes de esta investigación.

Si los desajustes empezaban en Primaria, en Secundaria se producen los batacazos: mientras que
el 14% de los alumnos abandona antes de terminar la etapa, el 28% lo hace sin conseguir el Graduado. En Bachillerato, tampoco es todo el monte orégano y, así, el 76% pasa de curso y sólo el 73% se lleva el título, cifras estas que han aumentado un 4’2% desde comienzos del 2000. En cuanto a los Ciclos Formativos de Grado Medio, el 48’9% lleva un retraso de un año. El conjunto de titulados en Bachillerato y en estos Ciclos de Grado Medio es en España de un 62%, lejos de la media europea y a 23 puntos de los objetivos de la UE para el año 2010.

En cuanto a los factores asociados, el sexo marca las diferencias más importantes: a los 15 años,
un 41% de los chicos está en riesgo de fracasar mientras entre las chicas, sólo lo están el 29%, lo que constituye la auténtica asignatura pendiente de los programas de coeducación llevados a cabo en los centros educativos. Una… igualdad a la que sólo interesa uno de los dos términos. Por otra parte, el 45% de los hijos de clases trabajadoras abandona, mientras que, en las clases medias, esta cifra baja hasta el 23%. Si los padres han ido a la universidad, el fracaso se reduce a un 20%. También los inmigrantes protagonizan cifras altas de fracaso, un 51%, aunque la segunda generación, nacida en España, tan sólo un 41%.

La voz de los propios alumnos a la hora de analizar la cuestión evidencia un enfoque bastante
utilitarista de la educación: valoran más la formación práctica realizada en el lugar de trabajo que en la escuela y señalan como causas del abandono la influencia del grupo, la atracción de un empleo y la necesidad de independencia, la deseada vida adulta que les libera de una obligación inútil y poco atractiva que supone para ellos la rutina escolar.


Quizá para evitar que, llegados a estas edades, nuestros alumnos tengan esta visión tan escéptica
de la educación que les damos, las conclusiones del informe apuntan a atender los problemas en Primaria y primer ciclo de la ESO, reducir las repeticiones de curso, flexibilizar la consecución del título de Secundaria así como potenciar las segundas oportunidades.

Y es que a nadie le cabe duda de la transformación que se está produciendo en nuestro país en
los últimos años, algo que muchos han bautizado como crisis de valores. Vivir sin pensar en el mañana, arriesgarse por cosas nuevas o disponer de mucho tiempo de ocio son valores en auge en la sociedad española. Un permanente carpe diem que transforma el ocio en ociosidad se impone como aspiración más deseada. Del análisis de esta tendencia se ha encargado un informe realizado por distintas asociaciones antidroga (1) cuyos resultados revelan que un 60% de los encuestados justifican la eutanasia, un 44%, el aborto, la misma cantidad que tolera la homosexualidad y un preocupante 36% de jóvenes entre 15 y 24 años que estarían de acuerdo con la pena de muerte para delitos muy graves.

En menor proporción pero aún dentro de lo preocupante, se constata que entre un 20% y un 10%
 aceptan jugar con ventaja para promocionar profesionalmente, hacer trampa en exámenes u oposiciones, emborracharse en lugares públicos, tener una relación fuera del matrimonio, fumar marihuana o hachís en zonas públicas, engañar en el pago de impuestos, modificar genéticamente alimentos, comprar productos robados y armar jaleo por las noches impidiendo el descanso de los vecinos. Si eso no fuera suficiente, entre un 10% y un 4% justifican que se roben productos de grandes almacenes, coger bajas laborales injustificadas, mentir en interés propio aunque perjudique a otros, conducir con exceso de velocidad e, incluso, habiendo bebido alcohol y contratar a extranjeros en peores condiciones laborales de las que les corresponderían.

¿De quiénes lo habrán aprendido? ¿Qué juicio moral reciben de los demás? ¿Qué haríamos cada uno de nosotros en esas situaciones?...
Quizá ayude a responder el gran desencanto y pesimismo que manifiestan por todo lo relacionado
con los poderes públicos, la profunda desconfianza que tienen para buscar soluciones a los problemas sociales y económicos mediante la acción colectiva y sus representantes.

Y como todo no iba a ser negativo, alivia conocer su satisfacción global con su vida, en general, sus relaciones sociales y familiares y su situación económica. Por otro lado, la mayoría de ellos dice conocer los peligros de las drogas, incluidos el tabaco, el alcohol y el cannabis. Y el último dato refiere sus principales motivaciones para el consumo, que son diversión, moda, curiosidad y necesidad de ir contra las normas.

En este estado de la situación, ¿qué podría cambiar para que los alumnos le vean sentido y utilidad a la escuela?


El estudio se puede consultar en http://multimedia.lacaixa.es/lacaixa/ondemand/obrasocial/pdf/
estudiossociales/vol29_completo_es.pdf


Carlos Vignote Alguacil, orientador

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